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Ancianos y tecnología. Va siendo hora de hacer las paces

    ancianos y tecnologia

    Mi abuela se llama Emilia. Vive con su hijo, -mi tío-, el cual trabaja 8 horas al día, por lo que tiene que faltar en los cuidados de su madre durante más de la mitad del día.

    Ella se vale por si misma, puede levantarse con andador, e ir al baño, pero poco más. Se pasa las horas en el sofá, viendo la tele y hablando con las personas que van a visitarla, entre ellas una auxiliar de la empresa de ayuda a domicilio Msoluciona Moncloa que va a visitarla dos veces por semana. A veces necesitamos un extra en el cuidado de mayores porque alguien debe limpiar la casa y asear a mi abuela a fondo. Sin embargo, en muchas ocasiones ella está sola. ¿Y si le ocurriese algo?

    Ancianos y tecnología. ¿Extremos opuestos?

    Hace dos días una amiga me escribió por Whastapp: “¿Podrías venir a buscarme al trabajo? Me duele el esguince, necesito que me lleves al médico”. Un total de 2 minutos separaron la pregunta y la respuesta. Tan fácil. Tan rápido. Conversaciones instantáneas que, por qué no, pueden sacarnos de un apuro importante. Se me pasó por la cabeza entonces: “¿Qué pasaría si eso le pasase a mi abuela?”. No pudiendo ver “tres en un burro” como diría mi madre, no puede llamarme por teléfono, y si le hablas de Whastapp te contesta que a ella esas moderneces no se las diga. Normal. Los ancianos no están hechos para la tecnología, pero, ¿está la tecnología hecha apara los ancianos?

    No es un reto, para nada. De hecho, los dispositivos están completamente adaptados a las necesidades de los ancianos. A mi abuela le compramos un botón de urgencia. ¿De qué sirve? Para que estemos más tranquilos, sobre todo. Lo lleva colgado al cuello, y en caso de que le pase algo, tan solo tiene que pulsarlo y un especialista se acerca a su casa para ayudarla. Hace unos meses vi en venta un teléfono móvil con las teclas extra grandes para facilitar que los ancianos pudiesen ver los números. No lo compré porque a mi abuela le pareció una idea horrible. Con lo que le gustaría a ella llamar a sus seres queridos. A ella, que le encanta hablar. Sin embargo, no quería complicarse, porque existe un muro infranqueable entre nuestros mayores y la tecnología. Recordemos que tirar este muro depende en parte a nosotros.

    Existen multitud de aparatos inventados exclusivamente para este fin: ayudar a nuestros ancianos. Desde sensores de movimiento que advierten anomalías hasta dispensadores de alimentos que recuerdan al paciente cuándo se ha de tomar la medicación. Increíble pero cierto Y realmente efectivo. Nuestro país es cada día más anciano, por lo que si no nos adaptamos, mal vamos. Y nosotros, los jóvenes, tenemos la gran ventaja de que crecemos rodeados de tecnología, pero los que no tuvieron “esa suerte” necesitan ayuda. Nuestra ayuda.